El tópico de “ciudad del Doncel” resulta algo estrecho para describir una ciudad como Sigüenza. La mole almenada de su catedral no es sólo el cobijo de la tumba del joven caído de Granada, es un magnífico ejemplo arquitectónico del tránsito entre el Románico y el Gótico. Su interior acumula siglos de mecenazgo que, desde el siglo XII al XVIII, han convertido este edificio en un sorprendente museo de todas las artes en todos sus periodos. Entre sus obispos resultó especialmente brillante uno de los pioneros del humanismo castellano, nos referimos a Pedro González de Mendoza. Fue este “Gran Cardenal” quien introdujo en esta catedral los primeros balbuceos del Renacimiento artístico y el protector de la fundación de la Colegio Universidad de San Antonio, pionero de los centros universitarios humanistas españoles, en unos tiempos en los que el futuro fundador de Alcalá, Jiménez de Cisneros, era tan sólo vicario general del obispado seguntino.

 

Además de su catedral, Sigüenza conserva un interesante casco histórico. Su condición de señorío eclesiástico la dotó de iglesias, seminarios y conventos que, merced al ritmo lento de un progreso no agresivo, se han mantenido en lo esencial. El potente castillo que la domina es la memoria de un tiempo en el que los obispos seguntinos eran no sólo pastores de almas sino señores feudales. Del Románico al Gótico y del Renacimiento al Barroco, Sigüenza se ofrece a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna.

 

Perdida en los valles que un día conformaron su señorío, esta pequeña ciudad se mantiene esencialmente tal y como era, por lo que su visita es una grata experiencia histórica y artística. Les proponemos emplear una jornada en disfrutarla.

 

 

 

 

Equipo Vademente