Podríamos decir que España entró en la Edad Contemporánea con la Guerra de la Independencia, y que el preludio de aquel levantamiento general tuvo lugar en Madrid el 2 de mayo de 1808. Pocas veces una fecha histórica se ha cargado de tanto significado político y transcendencia ideológica. Los hechos de una jornada de revueltas en ocasiones son más trascendentes a posteriori que en el momento en que ocurren. Quizá ese fue el caso del dos de mayo madrileño. Una gran algarada que duró mediodía, motivada más por las emociones que por las ideas, pero que serviría simbólicamente de catalizador del pensamiento liberal español. Decía Unamuno que el Dos de mayo es en todos los sentidos la fecha simbólica de nuestra regeneración.

 

Como fuere, la fecha marcó un antes y un después. La memoria histórica de Madrid, corte de Habsburgos o Borbones, caducó ante el surgimiento de una nueva identidad ciudadana. La derrota de ese día abrió el camino de una victoria que no sería privativa de Madrid sino de todo un país. El triunfo militar contra el francés fue el triunfo político de un pueblo que por primera vez actuaba como protagonista de su propio devenir. Un concepto político que quedaba recogido en la proclamación de la Soberanía Nacional en la Constitución Española de 1812, y expresado por Goya en las dos imágenes icónicas de aquellos hechos, en las que los héroes y las víctimas de aquellas jornadas los ciudadanos.

 

Nuestra propuesta selecciona algunos de los espacios protagonistas para evocar los acontecimientos de aquella jornada, una selección representativa porque aquel día todo Madrid se levantó en armas. Los textos históricos, los testimonio y la literatura serán compañeros de este periplo de tintes épicos.

 

Equipo Vademente