Cuando Benito Pérez Galdós llegó a Madrid en 1862 la ciudad se hallaba en un proceso de cambio que se prolongaría más allá de su fallecimiento en 1920. Aunque el viejo Madrid se aferraba a los tópicos de un casticismo romántico, en ocasiones más literario que real, la ciudad transitaba hacia la complejidad moderna de las metrópolis europeas, y la obra de Galdós se encargó de observarla y describirla con un lenguaje realista.
El barrio de Maravillas es aún hoy un buen escenario de ese tránsito, pues también ha protagonizado algunas de las últimas “movidas” modernizadoras de la capital y sus formas de vida. Los viejos edificios de los siglos XVII y XVIII de las calles Fuencarral o San Bernardo empezaron a convivir con fábricas y comercios modernos. Esta convivencia narra la historia del proceso de yuxtaposición de la nueva ciudad sobre la antigua, un proceso sin heridas aparentes pero profundamente transformador.
El barrio de los protagonistas de “Miau” y de “El amigo Manso”, las novelas de Galdós que nos servirán de guía, fue el barrio de la lucha del dos de mayo de 1808, del hospicio, de la cárcel de mujeres, de un mundo socialmente complejo pero claramente contemporáneo. Un tránsito donde el casticismo acuñaba términos nuevos como “chispero” frente a los tradicionales “manolos”, donde los faroles de gas daban paso a las farolas eléctricas y donde el uso de los pozos cedía ante las aguas serranas del Canal de Isabel II.
Equipo Vademente
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El Madrid de Galdós, la ciudad en tránsito
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