La decisión de Felipe II de establecer la Corte en Madrid transformó la vieja villa en capital de un Imperio. Con la Corte vino la administración, la nobleza, embajadores y demás gentes de alcurnia que se establecieron principalmente en el área del Real Alcázar. Pero también llegaron a Madrid toda suerte de profesionales, buscavidas, tahúres e individuos propios y extranjeros. Para su alojamiento crecieron nuevos barrios más allá de las viejas murallas, Madrid se duplicó abriéndose a nuevos vecindarios bulliciosos y populares que constituirán siglos después el llamado Madrid castizo.

 

Fuera de la muralla, una explanada pegada a los arrabales se transformaría en la nueva Plaza Mayor. Esta plaza abriría nuevos caminos de expansión hasta terminar ubicada en el centro mismo de la villa. Esto la convirtió en un espacio bisagra entre la zona antigua y la zona nueva, un escenario común donde se mostraban las dos caras de Madrid: la Corte y la Villa. Los nuevos barrios serán una mezcla de conventos, parroquias, palacios, corralas y comercios. Esta amalgama algo caótica fue recreada de manera prolija por la literatura, que trató de describir aquella Babilonia moderna, en palabras de Vélez de Guevara.

 

A lo largo de este recorrido descubriremos el área monumental en torno a la Plaza Mayor y la sucesiva transformación de estos espacios representativos en espacios populares según descendemos hacia el río. Al final, la Real Cerca con la que Felipe IV constriñó fiscalmente la Villa y Corte.

 

Equipo Vademente