En 1561 Madrid fue designada sede de la Corte española. La Villa, que había jugado un discreto papel como residencia regia, daba su salto más trascendente de mano de Felipe II. El aposentamiento estable de funcionarios, nobles, comerciantes y la propia familia real, implicó una transformación radical de la villa medieval. La colina del Real Alcázar era, desde tiempos de los Omeyas, su lugar más simbólico y así seguiría siendo por siglos. Aunque Madrid creció desmesuradamente, su cabeza siempre estuvo en el entorno de la residencia real, conformando su área histórica más representativa: el barrio de Palacio.
Monasterios, palacios, iglesias, calles rectas y empedradas, redefinieron y convivieron con el viejo caserío medieval, configurando el espacio más representativo de la monarquía a lo largo de los siglos XVI y XVII. El Madrid medieval se reconvertía primero en ciudad renacentista y luego en metrópolis barroca. Artistas, cronistas y poetas transfiguraban la realidad de la Villa para darle lustre cortesano, equiparándola a otras ciudades, de más prosapia e ilustre pasado, recelosas de los cortos méritos históricos de la nueva capital.
Aunque el viejo Alcázar fuera destruido por las llamas en 1734 y sustituido por un nuevo Palacio Real, su contexto urbano ha preservando algunas de las mejores muestras arquitectónicas de aquellos tiempos. En un recorrido de algo más de dos horas descubriremos el área más representativa de la Urbs Regia.
Equipo Vademente
VISITAS CULTURALES DE MEDIO DÍA
Madrid de los Austrias I, en torno al Real Alcázar
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