Aunque visitar un cementerio parezca cosa más propia de una sensibilidad romántica, como la de José Cadalso o Espronceda, lo cierto es que revisando el número de visitantes de Père-Lachaise en París o Hampstead en Londres, no parece algo ni tan pasado ni tan extraño. Madrid también cuenta con grandes necrópolis, fruto del desalojo extramuros de los viejos cementerios parroquiales iniciado en el siglo XVIII por Carlos III.
De todas ellas, aunque no sea la más grande, el mejor exponente de las galas con las que enfrentó la muerte lo más granado de la sociedad madrileña del XIX es el Cementerio de la Pontificia y Real Archicofradía Sacramental de San Pedro, San Andrés, San Isidro y la Purísima Concepción, más popularmente conocido como San Isidro. Situado en la otra orilla del Manzanares, realidad no exenta de cierta metáfora, junto a la ermita del Santo, en 1811 recibió su primer enterramiento y hoy es la necrópolis más monumental de Madrid.
Los mismo arquitectos, escultores, rejeros, vidrieros o ceramistas que levantaban los palacios de los vivos en la ciudad, levantaron los mausoleos de la vida eterna a este otro lado. Arturo Mélida, Enrique Repullés, Antonio Palacios, Ricardo Bellver, Mariano Benlliure, Agustín Querol o Giulio Monteverdi son sólo algunos de los artistas que allí participaron. Los estilos se entremezclan en una barahúnda de historicismos neobizantinos, neogóticos, neorománicos y desde luego las concesiones a las modas del Beaux-Arts o el Modernismo. En síntesis, un compendio ecléctico y monumental de todas las corrientes del siglo, y lugar de reposo de nombres ilustres de la política y la cultura españolas que proponemos visitar sin caer en excentricidades.
Equipo Vademente
VISITAS CULTURALES DE MEDIO DÍA
La otra orilla, la Sacramental de San Isidro
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