La ciudad milenaria, portuaria, laboriosa y comercial, llegaba a finales del siglo XIX en pleno auge económico y cultural. En ese momento, el renacimiento identitario de Cataluña reinventó su capital transformándola en una ciudad moderna y cosmopolita. En el Eixample, sobre una planimetría urbana comprometida con el equilibrio social diseñada por Ildefons Cerdá, pronto se explayaron los intereses particulares de una burguesía de aspecto moderno y carácter conservador.

 

Este exclusivo grupo encontró en los genios de Domènech i Montaner, Puig i  Cadafalch o Antoni Gaudí, a los artífices que llevaron a cabo una extraordinaria revisión de la arquitectura histórica catalana bajo el prisma del Modernismo importado de Europa. Un Modernismo que adquirió un carácter vernáculo, propio, representativo de una cultura y una sociedad que, aún hoy, sigue identificando a Barcelona y a Cataluña. En ese contexto, la obra de Gaudí transciende significativamente los parámetros particulares del movimiento, para adquirir un valor intrínseco. Su extraordinario genio creativo ha logrado en nuestros días tal aceptación internacional que su obra no se pone al servicio de la ciudad sino que es la ciudad la que ha terminado por ser el continente de su obra.

 

Pocos recorridos temáticos ofrecen más posibilidades para comprender como una ciudad se identificó radicalmente con un periodo y un estilo artístico llegando a solapar su vieja identidad aún presente en la Ciutat Vella, de los barrios del Born, la Rivera, el Pi, Santa Anna o el Raval. La Barcelona modernista es una extraordinaria ventana para observar, a través del arte, el carácter de esta “ciudad de los prodigios” como la calificara uno de sus hijos más ilustres.

 

 

Equipo Vademente