Cuando hablamos de la Generación de 27 rápidamente vienen a nuestras cabezas nombres ilustres y revolucionarios de nuestra literatura. Cuando pensamos en la Institución Libre de Enseñanza saltan a nuestra memoria los nombres de Julián Besteiro, Machado, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, Américo Castro o Gregorio Marañón. Evocar la Residencia de Estudiantes es hablar de Lorca, Dalí, Buñuel, Jorge Guillén, Alberti, Pedro Salinas, Altolaguirre, Falla o Severo Ochoa. La razón es sencilla, durante los años 20 y hasta el comienzo de la Guerra en 1936, España vivó la Edad de Plata de su cultura. De lo que fue nos queda una de nuestras aportaciones más importantes al pensamiento, las artes y las ciencias, de lo que pudo ser nos queda el lamento de su quiebra por una guerra fratricida.

 

En aquel periodo Madrid recibió un extraordinario legado arquitectónico. Algunos de los edificios más característicos de la ciudad fueron promovidos y edificados en esos años. Ofrecieron una revolucionaria revisión de la arquitectura tradicional, sumándole las formas y soluciones de las escuelas arquitectónicas estadounidenses y europeas de vanguardia. El resultado aún nos sobrecoge por su monumentalidad y su valor como hitos arquitectónicos. Quizá el nombre más conocido de estos arquitectos de la Edad de Plata sea el de Antonio Palacios, pero hubo toda una generación de arquitectos noveles que colaboraron en esta transformación.

 

Nuestra propuesta pasa por recorrer algunos de los edificios más emblemáticos de  la ciudad, como el Palacio de Comunicaciones, y otros menos conocidos pero no menos interesantes por su modernidad y belleza.

 

 

 

Equipo Vademente