Lograr la fama y perpetuarla a través de la memoria es una aspiración del hombre desde que tuvo percepción de la historia. Los métodos para alcanzar la fama ha fluctuado a lo largo del tiempo, pero quizá sean la riqueza y el poder los que han demostrado una mayor eficacia. Conseguida la fama había que dejar memoria de ella, y ahí las artes jugaron un rol importante. Las obras, especialmente las arquitectónicas, permanecen testimoniando el nombre, las acciones, los hechos y las virtudes de los individuos que las costearon.
En la Antigüedad la financiación de construcciones públicas prevaleció sobre las privadas para lograr el reconocimiento y el ascendente de algunos ciudadanos adinerados. En los tiempos medievales y modernos, los patronos buscaron canales más particulares que públicos para sostener su memoria. El palacio se convirtió en expresión del poder y las virtudes del individuo y su linaje. El panteón familiar era el memorial y el garante de la transmisión de su nobleza. Dos tópicos del mecenazgo nobiliario y real que durante siglos sirvieron para proyectarse hacia el futuro.
Les proponemos buscar las huellas de la Fama y la Memoria por tierras de Cuenca. En Segóbriga, inscripciones y esculturas perpetúan el nombre y las acciones de los ciudadanos que fueron patronos del bien común. Belmonte, la capital del señorío de Juan Pacheco, muestra en su imponente castillo-palacio y su magnífica colegiata-panteón el ideal de perpetuar la fama y la memoria del marqués de Villena y su linaje. En Villaescusa de Haro no fueron ricos comerciantes romanos ni nobles poderosos, sino un intelectual, Diego Ramírez de Villaescusa, quien quiso mantener su memoria a través de la cultura fundando una universidad y levantando un panteón a sus padres.
Equipo Vademente
VISITAS CULTURALES DE UN DÍA
La Fama y la Memoria, períplo temático por tierras de Cuenca
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