Más allá de su actividad como editor o banquero, de sus amistades con Cánovas o media Generación del 98, don José Lázaro Galdiano se movió por amor al arte. Es indudable que sin esas actividades económicas, y unas buenas amistades, esta vocación habría quedado frustrada, pero sus frutos fueron empleados en coleccionar una de las más ricas y heterogéneas colecciones privadas de arte del país. Esta labor salvó de la venta y exportación buen número de obras de arte español, por entonces muy codiciado por los coleccionistas extranjeros. Pero no se paró en hacer una colección “nacional”, sus miras fueron más amplias y en sus compras en París y Nueva York reunió buen número de maestros de todo lugar y toda época. Esa misma amplitud de miras, y ese gusto heterogéneo, fueron más allá de la pintura o la escultura, coleccionando todo tipo de objetos artísticos realizados en cualquier técnica: vidrios, marfiles, esmaltes, muebles, etc.

 

En 1947 legaba su casa con todo su contenido al Estado Español, y en 1951 se abría como museo. Desde entonces ha sido una suerte de Cámara de las Maravillas dentro de un elegante palacio del barrio de Salamanca. Hace unos años se remodeló y reordenaron sus colecciones con buen criterio museístico pero mitigando un poco aquel ambiente de “casa” que siempre tuvo.

 

La vista de esta colección variada y única es obligada para todos los interesados en el arte. Posee las virtudes inherentes a muchas de las excelentes piezas que conserva, pero es precisamente en su rica diversidad en objetos artísticos lo que la hace especialmente atractiva para experimentar y conocer la dimensión de las artes más allá de las llamadas Artes Mayores.

 

Equipo Vademente